Nos enviaban de una patada a las
duras calles, nos castigaban sin comida, nos quitaban nuestra única ración
diaria, nos robaban nuestros trajes y vestidos y a cambio nos vestían con
atuendos raídos, a veces nos torturaban de la forma más indigna que se puede
martirizar a un ser humano, nos desnudaban y nos regaban con enormes mangueras
de agua hirviendo, muchas veces nos insultaban y otras veces nos ignoraban si
dirigirnos la palabra, nos quitaban todos nuestros sueños, nuestra esperanza,
todas nuestras ilusiones y a pesar de todo, seguíamos así, juntos, unidos por
esa fuerza interior indescriptible, nos quitaban todo, pero jamás podrían
quitarnos nuestras vidas, nuestras almas.
